Tener mocos en las vías respiratorias no es agradable. Nos obligan a usar con frecuencia el pañuelo y si se acumulan en nuestras vías respiratorias inferiores además nos hacen más complicada la respiración, nos provocan tos y un ruido molesto. Son, en definitiva, un engorro. Sin embargo, cuando nos quejamos no solemos tener en cuenta que, en realidad, los mocos son un aliado: se trata de una reacción fisiológica de nuestro cuerpo, que se activa precisamente para proteger nuestro sistema respiratorio y, en particular, los órganos más delicados como los pulmones.
Gracias a los mocos, nuestro cuerpo es capaz de atrapar gran parte de partículas pequeñas nocivas, como polvo, gérmenes y polen, antes de que lleguen a los pulmones, evitando muchos casos de infección. Primero, las partículas quedan atrapadas en los mocos; y después, gracias a mecanismos como la tos, son expulsadas. La tos con flema es un modo de expulsar de nuestro cuerpo a un invasor. En realidad, los mocos son un signo de que nuestro sistema de defensa frente a patógenos y microorganismos está funcionando.
¿Qué provocan los mocos?
Ahora bien, solemos asociar la producción importante de mocos con el catarro o resfriado, y esto no es siempre así. Es cierto que la presencia de mocos y flemas en la garganta es habitual en los procesos catarrales y gripales. Pero este no es el único motivo por el que nuestro organismo produce moco. Estas son las causas más habituales:
– Estamos sufriendo un resfriado. Esto es muy habitual en los cambios de estación, cuando nuestro cuerpo puede verse expuesto a bruscos cambios de temperatura sin tiempo para adaptarse. Además de los cambios de temperatura, también conocemos por resfriado a la infección por un tipo de virus, el rinovirus. En estos casos, las vías respiratorias reaccionan de manera defensiva frente a estas alteraciones segregando flemas y mocos. En este sentido, mucolíticos como Fluimucil pueden ayudar a expulsar esas flemas.
– Infecciones víricas, fundamentalmente la gripe. La gripe es la enfermedad infecciosa de las vías respiratorias, producida por algunos tipos de virus, especialmente transmisibles. Estos virus mutan cada año, de modo que con la llegada del otoño da comienzo una temporada en la que crecen las tasas de infección, ya que el virus se reproduce mejor en ambiente frío y seco. Como en los resfriados producidos por el rinovirus, la gripe irrita la mucosa respiratoria. La reacción del cuerpo es producir más mocos y flemas, para expulsar estos microorganismos y evitar su reproducción.
– Alergias, principalmente al polvo, los ácaros o el polen. Nuevamente, el cuerpo reacciona segregando mucosidad para atrapar y expulsar las partículas que le son dañinas.
– El humo: el tabaco es un hábito nocivo, porque supone una agresión sobre las vías respiratorias. Esto provoca que nuestro cuerpo produzca moco, y que tosamos y carraspeemos para expulsarlo. Es, una vez más, una reacción para minimizar el daño que produce el humo en nuestras vías respiratorias.
– Contaminación: igual que ocurre con el humo del tabaco, la exposición ambiental al humo y la contaminación es detectada por nuestro cuerpo, que responde defendiéndose, produciendo moco o tosiendo.
Todos estos factores estimulan la producción de moco y de tos. Lo ideal es siempre evitar la exposición a ellos, y mantener las vías respiratorias hidratadas.