Pocos dudan de que la situación natural de un hombre y de una mujer es la convivencia en pareja. Parece que la naturaleza nos predispone a ello y cuando todo fluye de manera correcta, sin artificios, la felicidad llega para quedarse. Pero, desgraciadamente, no siempre es así. Existe un enorme campo de posibilidades de que los conflictos se hagan cotidianos en las relaciones de pareja, si estos se prolongan en el tiempo y/o se hacen demasiado intensos pueden llegar a comprometer la salud mental de ambos miembros e incluso de los hijos.
Las enfermedades mentales que pueden producirse en los miembros de una familia mal avenida pueden ser depresión, ansiedad, estrés, trastornos bipolares, violencia, adicción a la bebida o al consumo de estupefacientes… además, también pueden producirse daños físicos en el corazón, producir cáncer, enfermedades inmunológicas, dolor crónico, etc.
Pero los problemas de pareja no terminan aquí, es una causa importante de accidentes de tráfico, suicidios y abandonos, y por supuesto, también pueden generar graves males en los hijos, como una mala conducta, depresiones, problemas relacionados con su intimidad…
En relación a los problemas mentales producidos por una mala relación afectiva, lo más acertado es ponerle remedio cuanto antes, y el método más acertado siempre será recurrir a los profesionales más contratados en terapia de pareja. Psicomaster, expertos psicólogos en Madrid es el gabinete que podemos localizar tras la dirección web https://www.psicomaster.es/terapia-pareja/, y que está considerado como un referente en la capital de nuestro país, un lugar donde los conflictos más comunes, como los celos patológicos, la dependencia emocional o el miedo al compromiso obtendrán una rápida y eficaz respuesta, así como terapias para temas más profundos, íntimos y conflictivos, como la violencia o la pérdida de confianza.
Causas de conflicto en una pareja
Para entender el conflicto que se produce y sus posibles soluciones debemos entender que vivimos en una sociedad que nos produce, en ocasiones, una presión excesiva, nos indican cómo tenemos que actuar y qué es lo correcto en todos los sentidos, y en el ámbito de la intimidad en una pareja, la publicidad, las políticas y la educación no ayudan al compromiso y al trato responsable y respetuoso.
Los medios nos dicen que la forma idónea de vivir en estos momentos es de forma independiente, lo que hace que nos preguntemos que al tener una relación posiblemente estemos yendo a contracorriente de lo que se espera de nosotros. Las políticas no nos ayudan en este sentido tampoco cuando no se pone freno a los abusos, ni existen ayudas para los casos de violencia doméstica. Por supuesto, la educación no lo hace tampoco demasiado bien, dando siempre una prioridad de dominio de un sexo sobre el otro, sobre todo por el exceso de poder que han tenido los sistemas religiosos en la educación tradicional de nuestro país, aunque es ahora cuando, al menos en este sentido, comenzamos a percibir un leve cambio.
Una vez que admitimos que el mismo orden social no es propicio para las relaciones afectivas, podemos entender que las principales áreas de conflicto que desestructuran la convivencia de la pareja son el poder (quién manda sobre quien, quién realiza unas tareas y quién otras), la intimidad (construyéndose a partir de la separación de la familia de origen, uno de los principales temas de conflicto sigue siendo la relación con la familia de la pareja), la pasión, el cariño y la sexualidad (pasos progresivos y lógicos que en ocasión no se dan en un orden coincidente o en la misma medida) y la comunicación (patrones de diálogo que enquistan y empeoran la situación).
Las causas más comunes que pueden desembocar en conflictos en parejas que, en un principio, estaban muy enamoradas son la situación laboral y sus cambios, como por ejemplo la llegada de la jubilación, la llegada de enfermedades y dependencias, problemas económicos y la llegada de los hijos, e incluso la partida de estos cuando se hacen mayores.
La conducta que tomamos ante los conflictos
Una vez detectado que existe un problema en la pareja, la forma en la que actuamos, la conducta que seguimos, determinará, en gran medida, la posibilidad de contraer alguna enfermedad mental derivada de la acumulación y la repetición crónica de los conflictos.
De esta manera, podemos encontrarnos con aquellos componentes de la pareja que deciden actuar con reciprocidad negativa (cuando a una comunicación negativa se responde con otra de igual calado, que conduce a una escalada de la violencia), cuando se discute acerca de la relación (la metacomunicación, la reflexión sobre la forma de comunicación como arma arrojadiza, ejemplo; No me estas escuchando).
Otras conductas muy extendidas son las de cuando alguien ataca y la otra persona calla o evita, o cuando se concadenan diversos factores, por ejemplo, la crítica conduce a la negación, esta al desprecio y produce una actitud de defensa constante.