Existe una gran confusión, y cierto desdén, ante el debate del consumo alimentario cuando los términos veganismo o vegetarianismo aparecen sobre la mesa. Aunque ambas dietas tangan también la ética como cimiento, es preciso repasar los motivos de su adopción, así como sus diferencias. Remarcando en todo momento que cualquiera de los dos procesos debe estar sujeto a una dedicada búsqueda de información.
En contra de la explotación animal
A pesar de que muchas personas entiendan el veganismo y el vegetarianismo como un mismo régimen alimentario, pero de distinta nomenclatura, la verdad es que la diferencia que radica entre ambos existe. Mientras que el vegetarianismo omite en gran medida el consumo animal, salvo los productos lácteos y los huevos (y en ciertos casos, el pescado), el veganismo, conocido como “vegetarianismo estricto”, elimina absolutamente los productos animales de la comida. Y, es más, se fundamenta en una ideología que abarca la política en la defensa de la paz y el bienestar de los animales, con el doble objetivo de armonizar el planeta acabando, en primer término, con la explotación animal.
No obstante, y antes de abordar las cuestiones ideológicas y políticas que circundan ambas posturas, aunque en distinta intensidad, es preciso sacar a la luz del debate el estadio alimentario. A pesar de que la opinión popular, y especialmente las industrias cárnicas, hayan achacado muchos problemas de salud al veganismo, todo radica en el equilibrio y en la información. Una información sobre los grandes beneficios de una dieta basada en plantas de la que se hacen eco plataformas como Amazonical. Cuya especialización en este tipo de dietas esboza un amplio abanico de todo cuanto sirve de combustible para el organismo sin la cruel necesidad de matar animales por el camino.
Alimentación, política y ética
Abordando en primer lugar la cuestión alimentaria, es preciso trazar una diferencia clara entre el consumo de carne y la omisión del mismo. Mientras que, y como ha sido constatado por grandes eminencias de la cardiología, la proteína animal a largo plazo puede causar enfermedades cardiovasculares, la alimentación basada en plantas la previene. Además, la presencia de grasas animales en nuestro organismo propicia que la sangre circule muchísimo más lenta, algo que actúa en contra de la fluidez de nuestro proceso orgánico y que el veganismo, por ejemplo, remedia consiguiendo incluso unas más vigorosas erecciones nocturnas. Una actividad inconsciente directamente ligada a la salud del individuo.
Accediendo a la cuestión política, existen numerosos documentales que investigan la razón del odio hacia el veganismo y el vegetarianismo. Sin ir más lejos, Cowspiracy (2014) descubre que, a pesar de las estadísticas y el índice de enfermedades relacionadas con el consumo de carne, son muchas las farmacéuticas americanas que apoyan por interés en relación a consumo-salud las industrias cárnicas. Cuyas condiciones para con los animales extirpan sus derechos e incluso ponen en riesgo la salud humana. De hecho, existe en la industria láctea un mínimo de pus aceptado en la leche, substancia que emana de las heridas en las ubres de las vacas tras la continua extracción de leche. Eso sin tener en cuenta que, como mamíferos que son, su lactancia es sólo posible mediante una forzada gestación continua.
En el plano ético, sólo cabe echar la vista atrás para entender la profunda relación del vegetarianismo y el veganismo con la vida. En la Antigua Grecia, la dieta vegetariana se conocía como “abstinencia de seres con alma”. Del mismo modo, la dieta vegetariana de la India, país que concibe la vaca como animal sagrado, es ampliamente conocida y avalada por el mundo. Asimismo, y aun a pesar de los grandes beneficios de ambas dietas, como la mejora de la piel, la protección del medio ambiente (la industria de la carne contamina más que, por ejemplo, el dióxido de carbono de los vehículos), el ánimo, la longevidad o la prevención de enfermedades, queda todavía la pregunta inicial. ¿Qué dieta es la mejor?
¿Cuál es mejor?
Dejando de lado la explotación animal, las diferencias entre una dieta ovoláctea como la vegetariana (añadiendo la carne de pescado), y una dieta 100% basada en plantas como el veganismo son muy claras. La Asociación Americana de Cardiología afirma que los seres humanos no necesitan grasas saturadas ni colesterol, dos componentes que, en gran medida, se encuentran en los productos provenientes de los animales. Eliminar dichos elementos de la dieta conseguiría reducir el riesgo de enfermedades del corazón hasta en un 30%. Algo que sí vendría por parte del veganismo, pero no del vegetarianismo, que incluye productos como el huevo, una gran fuente de colesterol y grasas saturadas.
Con todo, aunque fuera preciso una indagación más exhaustiva, ambas dietas forman parte del mismo proceso: erradicar en gran medida las enfermedades que genera la industria cárnica y mejorar la relación del ser humano con el planeta que comparte con el resto de seres vivos. Si bien la dieta vegetariana puede ser una transición hacia el veganismo, corriente más estricta, no por ello deja de ser saludable. Las fuentes están ahí para ser consultadas. Incluso los sustitutos y la creatividad culinaria en las dietas basadas en plantas, como incluye junto con sus propiedades Amazonical. Sólo cabe hacerse la misma pregunta que hizo el Premio Nobel de Literatura del ’78 Isaac Bashevis Singer: “¿Cómo podemos hablar del derecho y la justicia si tomamos una inocente criatura y su sangre es derramada?”